UN MAESTRO DEL PARAGUAS
Saber usar un paraguas requiere de verdadera maestría. Hay
que estar atentos a los cambios del viento y anticiparlos.
También la intensidad de la lluvia es un factor a considerar,
además de los espacios por donde se camina. A veces, por más
que uno se esfuerce, algunas gotas logran resbalar por tu rostro.
La lluvia arrecia y el viento se arremolina ensañándose contra
uno. Entonces, el paraguas se vuelve frágil, inútil, y lo dejas ir,
como el recuerdo de una mala noche, y en cambio miras al cielo
y agradeces que la lluvia se lleve también tu pena.